Miré en su interior y lo que las gomitas dejaron para que encontrara dentro fue espantoso… Todavía hoy no puedo hablar de ello.
El Gran Dios de la Vasija de Porcelana se complació, pues le supliqué humildemente y le ofrecí muchas ofrendas aquella noche. Le rogué misericordia, pero solo después de unas seis horas logré obtener el favor suficiente para abandonar la sala del trono y regresar a mi plácido sueño. Después de comer estas gomitas, me siento como nuevo. Literalmente: expulsé lo que sentí como casi todos mis órganos internos aquella noche.
Y mientras estoy aquí sentada comiéndome la última mitad de la bolsa y reflexionando sobre mi experiencia, sonrío porque sé que, muy pronto, sé que oiré ese gorgoteo y... oh... bueno... voy a tener que acortar esta reseña.
 En serio, están deliciosas, pero si comes más de unas pocas, prepárate para... yo mismo