Modo dragón

En la pintoresca aldea de Sauces Susurrantes, enclavada entre las sombrías montañas y el bosque encantado, vivía una niña extraordinaria llamada Elara. Su cabello ardiente danzaba al viento, reflejando el espíritu ardiente que la habitaba, y sus ojos brillaban con una luz misteriosa que hablaba de antiguos secretos y una curiosidad sin límites. Los días de Elara estaban llenos del cálido abrazo de la amistad, pues compartía un vínculo con una criatura legendaria, un dragón llamado Ember. Su amistad evolucionó de los susurros de la infancia a la sinfonía rugiente de la adolescencia, un relato que era la envidia de todo aquel que conocía su existencia. Ember, con escamas del color del oro fundido, tenía un corazón tan vasto como los cielos que gobernaba, y Elara, con un alma tan gentil como el amanecer, tuvo el coraje de igualar su espíritu ardiente. Su vínculo era inquebrantable, o eso parecía, hasta el fatídico día en que la esencia misma de su amistad cambiaría para siempre, cuando un trágico giro del destino condujo al final más inimaginable: una amistad tan profunda, tan pura, que terminó con el dragón devorando a su compañero más cercano.

 

Una radiante mañana, mientras los rayos del sol atravesaban el velo del amanecer para besar la tierra, Elara y Ember emprendieron su aventura habitual. Sus risas resonaban por los valles mientras perseguían los susurros del viento. Poco sabían que el destino que habían tejido con tanto cuidado estaba a punto de desmoronarse a manos de una oscura profecía, una que había estado latente durante siglos en la mismísima trama de la tradición de la aldea. Hablaba de un dragón, nacido de los corazones más puros, que un día ansiaría la misma alma que había sido su ancla en un mundo de humanos y magia. La profecía había permanecido latente, olvidada por el tiempo, hasta que un viento travieso llevó sus ecos a los oídos de un hechicero maligno que buscaba manipular el vínculo entre el dragón y la niña para cumplir sus propios propósitos nefastos. Sin que Elara lo supiera, él los observaba desde lejos, esperando el momento preciso en que su inocencia y la lealtad de Ember pudieran ser manipuladas para satisfacer sus oscuros deseos. Y cuando el sol alcanzó su cenit, proyectando un cálido resplandor sobre el prado donde jugaban, el hechicero atacó, lanzando un hechizo siniestro que nubló la mente de Ember con un hambre insaciable con simple alimento mortal. Sus ojos se pusieron vidriosos, el oro de sus escamas centelleó con una luz inquietante, y con un gruñido gutural que rompió el silencio, se abalanzó sobre Elara, con las fauces abiertas de par en par, para reclamar la esencia misma del vínculo que los había hecho inseparables.

 

Elara, paralizada por el miedo y la incredulidad, no pudo hacer más que mirar fijamente a los ojos de su querido amigo, convertido en una bestia dominada por un ansia incontrolable. El corazón le latía con fuerza en el pecho y el mundo a su alrededor se oscureció al sentir el calor de su aliento en la mejilla. Pero en medio de ese terror desgarrador, aún quedaba un atisbo de esperanza. Su amor por Ember, tan inquebrantable como las montañas que los rodeaban, se negaba a dejar que la profecía los reclamara tan fácilmente. Con manos temblorosas, metió la mano en la bolsa que colgaba a su lado y sacó un antiguo amuleto heredado de sus antepasados: un talismán que, según se decía, tenía el poder de hablar el idioma de los dragones. Cuando las fauces de Ember se cerraron a su alrededor, susurró las palabras sagradas; su voz, una suave melodía que se tejió en el aire como un hilo de plata. El amuleto latió con un brillo etéreo, y por un breve instante, la locura en la mirada de Ember se desvaneció, reemplazada por la calidez y el reconocimiento que había atesorado durante tanto tiempo. Sin embargo, la maldición del hechicero era poderosa, y el hambre del dragón no se apaciguaba tan fácilmente. Al sentir el peso aplastante de sus dientes, Elara cerró los ojos y susurró su última súplica, deseando que su amor fuera el escudo que protegiera el alma de Ember de las ataduras del oscuro encantamiento. La pradera quedó en silencio, y la profecía contuvo la respiración, mientras el destino de la niña y el dragón pendía precariamente de un hilo, su vínculo el único rayo de luz a la sombra de la malicia del hechicero...

 

Continuará...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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    Nightmare
    Well continue it now
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      †❤️❤️†
      Escritor
      Not yet
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    Nightmare
    Now lol
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    Shea
    😭❤️