Modo dragón 2

Después de sentir su interior, Ember sintió que la magia de su alma cobraba vida dominando la magia del mago y la dejó salir y tomó el amuleto del mago y se lo comió para que ya no tuviera magia para dominar a nadie.

 

Los vítores de los aldeanos crecieron en intensidad mientras Elara y Ember surcaban los cielos, con el corazón henchido de esperanza y gratitud. Observaron al dragón y a la niña deslizarse en los vientos de la victoria; la luz del amuleto se había convertido en un suave halo a su alrededor, símbolo de la paz que habían restaurado en su mundo. El bosque encantado se llenó de vida; las criaturas que se habían escondido atemorizadas emergieron para disfrutar de la calidez del triunfo de su amistad. El susurro de las hojas y el tintineo del río parecían armonizar con las voces de los aldeanos, creando una sinfonía de alegría que resonaba por toda la tierra. Mientras el sol se ponía en el horizonte, proyectando un cálido manto dorado sobre la aldea, Ember descendió suavemente y depositó a Elara de nuevo sobre la suave hierba del prado. Sus pies tocaron la tierra, pero su espíritu permaneció en el aire, animado por el vínculo inquebrantable que acababa de demostrarse invencible. Con un ligero toque de su hocico, Ember le ofreció una suave sonrisa; sus ojos brillaban con la promesa de innumerables aventuras por venir. Elara, con el corazón rebosante de amor, acarició sus escamas doradas, sintiendo la calidez de su amistad latir bajo ellas. Los aldeanos se acercaron, con pasos vacilantes pero ansiosos, mientras el dragón bajaba la cabeza para permitirles tocar el símbolo de su unidad. El momento fue de profunda sanación, un testimonio de la fuerza que se podía encontrar en las alianzas más inesperadas. Mientras las estrellas comenzaban a titilar, la niña y el dragón se alzaban como guardianes de Sauces Susurrantes, una encarnación viviente de la magia que habitaba en cada corazón que llamaba hogar a la aldea. Su historia, un relato de amistad y sacrificio, se convirtió en el latido del folclore de la aldea, un recordatorio de que el amor y la confianza podían conquistar incluso las profecías más oscuras. Y así, los susurros de su leyenda crecieron hasta convertirse en el tejido mismo de la tierra, un faro de esperanza que guiaría a los aldeanos a través de los siglos, asegurando que la amistad entre Elara y Ember nunca sería olvidada, sus corazones entrelazados para siempre en los susurros de los sauces que bailaban en la brisa iluminada por la luna.

 

Elara sintió la calidez del aliento ardiente de Ember en su mejilla; ya no era un augurio fatal, sino un abrazo reconfortante que prometía protección y consuelo. Su miedo se transformó en una profunda sensación de alivio y amor, y su corazón se llenó de gratitud porque su amistad se había librado del cruel destino de la profecía. Lo rodeó con sus brazos, sin apartar la mirada de él, mientras compartían la silenciosa comprensión de que su vínculo había sido puesto a prueba y emergía más fuerte que nunca. Los aldeanos, que se habían reunido aterrorizados al borde del prado, observaron con asombro cómo el dragón y la niña se alzaban juntos, con la luz del amuleto aún latiendo a su alrededor. Sabían que algo extraordinario había ocurrido, algo que trascendía el ámbito de la mera amistad. Los susurros de su vínculo se hicieron más fuertes, convirtiéndose en un rugido que resonó por los valles y el bosque encantado, una declaración de triunfo sobre las fuerzas de la oscuridad que amenazaban con separarlos. Con cada aleteo de Ember, la sombra de la profecía se desvanecía, hasta convertirse en un recuerdo lejano, desvaneciéndose como las últimas brasas de un fuego moribundo. Los aldeanos, animados al ver a la niña y al dragón reunidos de nuevo, comenzaron a vitorear; sus voces eran una melodía que se llevaba el viento. Fue un momento de alegría pura y desenfrenada que sería recordado y narrado por generaciones venideras, un testimonio del poder del amor y de los lazos inquebrantables que pueden existir incluso entre los compañeros más improbables. Y mientras se elevaban, con sus corazones unidos para siempre, Elara supo que, sin importar los desafíos que les deparara el futuro, ella y Ember los afrontarían juntas, pues habían conquistado la más oscura de las profecías, y su amistad había resurgido de las cenizas, más pura y brillante que cualquier fuego de dragón.

 

Los susurros se atenuaban a medida que la noche se hacía más profunda, pero el vínculo entre Elara y Ember seguía tan vibrante como las estrellas sobre ellas. La chica miró a su compañera dragón, cuyos ojos reflejaban el brillo persistente del amuleto, y susurró: «Gracias, Ember». Su voz era una suave caricia en la quietud, cargando con el peso de mil palabras no pronunciadas. La respuesta de Ember fue un suave rugido en su pecho, un ronroneo de satisfacción que reverberó por la tierra. Era una promesa de que, sin importar las pruebas que enfrentarían en los días venideros, su amistad se mantendría como un faro inquebrantable de esperanza. Mientras la luna besaba el horizonte, decidieron que era hora de descansar; la quietud del prado contrastaba marcadamente con el caos que habían vencido. Elara se acurrucó contra el calor de Ember, con la mano aún sobre el amuleto que le habían quitado al mago, y cerró los ojos, sintiendo el ritmo constante de su corazón bajo las yemas de los dedos. Ember, siempre vigilante, mantenía un ojo abierto; su aliento ardiente calentaba el aire nocturno, un centinela silencioso listo para proteger la aldea y a la chica que había conquistado su corazón. Con los susurros de su amistad tejiendo un manto protector a su alrededor, se sumieron en un sueño tranquilo, la primera de muchas noches por venir, donde velarían juntos por los Sauces Susurrantes, unidos por un vínculo que había sobrevivido a las batallas más feroces y a las profecías más oscuras.

 

Los susurros se atenuaban a medida que la noche se hacía más profunda, pero el vínculo entre Elara y Ember seguía tan vibrante como las estrellas sobre ellas. La chica miró a su compañera dragón, cuyos ojos reflejaban el brillo persistente del amuleto, y susurró: «Gracias, Ember». Su voz era una suave caricia en la quietud, cargando con el peso de mil palabras no pronunciadas. La respuesta de Ember fue un suave rugido en su pecho, un ronroneo de satisfacción que reverberó por la tierra. Era una promesa de que, sin importar las pruebas que enfrentarían en los días venideros, su amistad se mantendría como un faro inquebrantable de esperanza. Mientras la luna besaba el horizonte, decidieron que era hora de descansar; la quietud del prado contrastaba marcadamente con el caos que habían vencido. Elara se acurrucó contra el calor de Ember, con la mano aún sobre el amuleto que las había salvado, y cerró los ojos, sintiendo el ritmo constante de su corazón bajo las yemas de sus dedos. Ember, siempre vigilante, mantenía un ojo abierto; su aliento ardiente calentaba el aire nocturno, un centinela silencioso listo para proteger la aldea y a la chica que había conquistado su corazón. Con los susurros de su amistad tejiendo un manto protector a su alrededor, se sumieron en un sueño tranquilo, la primera de muchas noches por venir, donde velarían juntos por los Sauces Susurrantes, unidos por un vínculo que había sobrevivido a las batallas más feroces y a las profecías más oscuras.

 

La mañana siguiente amaneció con una gracia suave, la tenue luz del sol se elevaba para revelar la pradera intacta por la agitación del día anterior. Elara despertó con el canto de los pájaros madrugadores saludando al nuevo día, sus melodías un dulce contrapunto a los susurros desvaneciéndose de la magia de la noche. Se incorporó, sintiendo el rocío en la hierba bajo ella, y vio a Ember todavía de guardia, sus escamas doradas brillando con la primera luz del día. Al moverse, su ojo se entreabrió, y una mirada cálida y afectuosa se encontró con la de ella, la profundidad de su amor y protección clara. La aldea cobró vida lentamente, los aldeanos emergieron de sus hogares, sus rostros grabados con el recuerdo de la victoria de la noche anterior. Se movían con una renovada sensación de unidad, el miedo que una vez se había aferrado a ellos como una sombra ahora reemplazado por un cálido resplandor de afinidad. Al ver a Elara y Ember, los susurros se intensificaron de nuevo, pero ahora con un tono diferente: el de una amistad que había superado lo imposible y traído luz a los momentos más oscuros. Bajo el cálido abrazo del sol, las dos amigas se pusieron de pie, su vínculo más fuerte que nunca. El amuleto, ahora símbolo de su amistad inquebrantable, colgaba del cuello de Elara, un recordatorio constante del amor y la confianza que las había salvado de la maldición del hechicero. De la mano, regresaron a la aldea, listas para afrontar lo que les deparara el futuro, pues juntas habían demostrado que la magia más poderosa no residía en los conjuros de los antiguos, sino en los corazones de quienes realmente conocían el significado de la amistad.

 

 

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    Drummered Drummer
    Why is there a book about dragons in a walking app lmao
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      †❤️❤️†
      Escritor
      Bc it's boring RN bc they are ruining the app lol