La serie me sorprendió mucho. En cuanto al contenido, ya era bastante plana, ¡pero era algo completamente diferente!
Un joven que va de fiesta en fiesta divirtiéndose con mujeres a las que compra amor. Que más tarde se enamora perdidamente por primera vez, al descubrir la diferencia entre amor y sexo.
Tres personajes me atrajeron especialmente. Por un lado, la gélida e independiente Macarena Medina de Solís (Cristina Castaño) me impresionó profundamente. Como cabeza de una influyente familia empresarial junto a sus dos hermanos, Mateo (Álex Gadea) y Borja (José Manuel Seda), lleva años librando una encarnizada guerra contra la familia Rojas, liderada a su vez por la igualmente inescrupulosa matriarca Benigna Rojas (Adelfa Calvo). Atrapada en una lucha entre la sed de poder, el miedo, la venganza, el control, la traición, la desesperación y el amor, intenta dirigir un imperio y, al mismo tiempo, mantener unida a su familia, algo que fracasa estrepitosamente y que, a pesar de sus numerosas decisiones cuestionables, le ha granjeado un gran afecto. Su hijo, Andrea Norman Medina (Juanjo Almeida), quien sufre un trauma con recaídas psicóticas desde que fue víctima de abuso sexual infantil, me pareció el personaje más fascinante. Me conmovió profundamente la forma en que a veces se rebela ruidosamente y otras veces en silencio contra su familia, cómo a veces se muestra vulnerable y otras fría como el hielo, y cómo solo encuentra un amigo en el silencioso stripper Jairo (Carlo Costanzia). ¡La historia de amor que se desarrolla lentamente entre ambos es sin duda la más creíble y mejor contada de toda la serie!
Una buena mezcla de ingenio, mucha piel al descubierto, emocionante e interesante.